viernes, 11 de diciembre de 2009

Todo lo esperado, al final llega...

El año pasado fue un año de nuevos conocimientos, nuevas amistades, nuevas personas en mi vida. Pero como siempre, inicialmente, unas personas irrumpieron con más fuerza que otras, en la pequeña república independiente de mi vida.

Conocí a mucha gente con la que estamos comenzando a profundizar nuestra relación ahora. Algo que me entristece que sea en este momento, y no entonces, pero más vale tarde que nunca decía el dicho y yo pienso lo mismo.

Nos conocimos por la política de intercambio de nombres y messengers que promulgué durante mi delegación de la clase desde el comienzo. No se trataba de hacernos amigos todos, simplemente de conocernos cordialmente, saludarnos, o sólo no torcer la cabeza cuando vemos a algún compañero de clase.

Comenzamos a hablar virtualmente, y yo sinceramente, no sabía ni quién era. Hasta que un buen día decidimos quedar en mi mesa, la que era como mi despacho ya que despachaba a todo el mundo el que necesitara mi ayuda para cualquier cuestión allí, y la conocía todo el mundo.

Tras la presentación en persona, seguimos hablando más y más. Después, conocí a alguien por grandes amistades compartidas, que en ese momento era de su entorno de clase y se llevaban genial. Eran muy “amigos”. Con el tiempo, nos hemos dado cuenta las dos de que nuestra definición de amistad no era compatible con la que “nuestro amigo” promulgaba y aún menos con la nueva existente en su haber.
Básicamente nos conocimos por él. Y él nos separó, al dejar de relacionarse con su grupo de amistades para virar el barco, y llevarlo a la deriva o a su encuentro contra un iceberg, como auguramos muchos, que no siendo sabios, sabemos de lo que hablamos, que ocurrirá en un futuro más próximo de lo que todos podríamos esperar o querer.

Este año comenzábamos algo nuevo. Sola en esta batalla al comienzo, ella (o mejor dicho, ellas), fueron mi apoyo físico y mental en aquellos momentos realmente difíciles. En los que había sacrificado un buen nuevo futuro sin ataduras del pasado, por aferrarme a un clavo roñoso que ya no ardía por muchos intentos que yo hiciera.

Decidí a qué aula acudir, con un juego de azar mientras estaba realizando la matrícula, en cuál iba a aposentarme todo el curso. Iba a ir por la tarde, eso era lo único que tenía claro, por desgracia. Con el tiempo se averigua que nada es básicamente bueno o malo, simplemente es diferente. Y en la diferencia, en la excentricidad, en mi opinión, radica la excelencia.

Ellas iban a la otra clase. La poca gente que conocía, estaba en ella. Fue algo desolador en el momento que me enteré aunque lo intuía. Por razones de vagancia, teníamos unas cuantas pendientes de primero, por lo que comenzamos a apegarnos, y a crear una amistad que se había estancado en una cordialidad amigable en el pasado.

Ninguna tiene mas de 4 cosas en común con la otra. Pero somos como un puzzle. Sabemos compenetrarnos bien. Y respetarnos. El respeto al otro es la base de cualquier tipo de relación con el prójimo.

Pekin Express me parece una oportunidad perfecta de conocer mundo, hacer una locura por así decirlo, ya que vas mas o menos de mochilero, pero sabiendo que no tendrás ningún problema con nada ni nadie porque, en el fondo, después de tanta “penuria”, es un programa de televisión.

El año pasado ya me dejaron plantada en el último momento. Cosas del directo y del coste de oportunidad de las “amistades”. Ahora entiendo como se pueden encontrar un novio o una novia cuando le dejan plantado en medio del altar el “día más importante de su vida”. Hombre, seamos sinceros, no me iba la vida en ello, aunque aquel acto en sí tenía mucha importancia. Tenía importancia el ir allí o por lo menos el de dirigirse a apuntarse a ello juntos y tuvo muchísima más importancia el momento del abandono.

Pero, este año, con ganas de limpiar las aguas estancadas y de quitarme la espina clavada, quería apuntarme. Ardua tarea fue la de encontrar un compañero, aunque, por fin, lo he encontrado.
Me he apuntado con ella, con Nerea. Con la que tuve un mismo comienzo y un distinto final. Tenemos muchísimas más cosas en común de las que se pueden apreciar a primera vista.

Por ti rubia. Gracias por estar en estos momentos, y en todos en los que has estado, más asiduamente desde finales del curso anterior. Gracias por venir al Pekin conmigo.
Sólo te pido una cosa más...

Give me a fever night in the Ondarra in Xmas! :)

(Y que me aguantes el mes y medio de la aventura, pero eso sé que está asegurado.)

1 comentarios:

Anónimo dijo...

perruuuuuuuuuuuuuuuu
preciosa a sido tu entrada en serio.... oye yo a eso de ondarra tmbn kero ir!! jejeje
tkk

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