jueves, 24 de diciembre de 2009

Volvió la pesadilla, otra vez más...

Ya están aquí, ya llegaron las navidades.
Siento decirlo, pero creo que las navidades son el periodo estacional más odiado por mi.

Y no sólo por mi. Cada día que pasa descubro que somos más los que las odiamos.
No tienen nada bueno. Dejan de tener cosas positivas a medida que cumples años.
Cuando eras pequeño, estabas a la espera de los regalos del Olentzero y Reyes y tenías unas valiosas semanas para disfrutarlos. Ahora, con 20 años, ni regalos, ni tiempo para disfrutar de no tener que asistir a clase tienes. Demasiadas obligaciones,demasiadas cosas que hacer en ese tiempo. Y al final, esas semanas, son un simple trámite hasta enfilar por la puerta del matadero de los exámenes.

En Navidad has de estudiar, que las ganas que tendrás serán pocas, pero algo hay que hacer, sino te sientes mal contigo mismo. Hablo de mi caso, hay gente que no se siente mal ni jodiendo a los demás, asique cómo se va a sentir mal por no estudiar.

La verdad sea dicha, es muy gratificante putear a la gente que te ha puteado, por lo que no sufro remordimiento alguno, sino un placer insaciable e impagable. No es tan gratificante el estudiar en vacaciones, creo que es una obligación que tenemos los estudiantes. No me pagan por ello, pero mis padres les pagan para ello, para que supuestamente me enseñen algo, aunque sea que me demuestren la incompetencia humana desde un plano más cercano.

También tienes que visitar a la familia, que te puede caer mejor o peor, pero como no se elige con el nacimiento, a joderse y aguantarse. Aguantar las maratonianas cenas llenas de comida con grasas y azúcar. Sobretodo azúcar. El otro día estuve viendo a una amable señora en el Canal Cocina que hacía todo tipo de dulces navideños, y sinceramente, se me han quitado las ganas de comerlos de por vida. No por como los hacía o por su limpieza, que era de lo más pulcra, ya que cada 20 segundos se disponía a limpiar lo que podría haber llegado a manchar, sino por la cantidad de azúcar y almendras de todos sus preparados. Para los mazapanes, 2 kg de azúcar y 2 kg de almendra molida, y demás ingredientes. Matadme por favor. Sólo de pensar que hay gente que es capaz de comer más de dos de esos seguidos, me dan escalofríos.

Llegan los días en los que todo el mundo esta ocupadísimo, menos tú. Ves pasar el tiempo delante de ti sin saber qué hacer de provecho con él. Todo el mundo queda en vacaciones, menos tus amigos. Tus amigos son las personas más ocupadas y con más familia de todo el planeta, o esa es la sensación que da al menos, poque no les verás ni por equivocación a lo largo de todo el periodo vacacional.

Y tus pseudoamistades, mejor dicho, conocidos de vista más que otra cosa, comienzan a felicitarte las fiestas 2 días antes de nochebuena. No me gustan las fiestas, así que no me felicites. No me hablo contigo, así que, no me felicites. No me vengas dando dos besos y unos abrazos, porque en todo el año, no lo has hecho, ni me miras a la cara, así que no me felicites. No puedo con la falsedad coagulada de las navidades. Esto es lo que deberíamos decirles, pero nos tacharían de bordes y poco condescendientes con los deseos de la “mayoría” que nos rodea.

Claro que hay gente con la que tienes poca relación en este momento, peor os ha unido algo fuerte en un pasado, y no os ha pasado nada entre vosotros, sólo el tiempo. Entonces puede que no vaya con mala intención todo esto. O con los que no tienes una gran relación porque no ha terciado el momento: compañeros de clase, amigos de amigos...etc. De estos tampoco hay porqué desconfiar de primeras, si no ha habido un antecedente oscuro en nuestra relación. Igual lo único que quieren es intensificar la relación que nos une y aprovechan para ello un momento de mayor sociabilidad como son las fiestas navideñas, con todo ese alcohol y azúcar en vena.

Pero todos estos buenos augurios para el prójimo se intensifican sobretodo en nochevieja.
“Pasa buena noche, y feliz año”. Esta es la frase que escucharemos hasta la saciedad en nochevieja. Salgamos por dónde salgamos. Nos conozcan, o no. Pero, no nos engañemos, al 80% de la gente a la que le decimos esa coletilla al final de nuestras microconversaciones de borrachuzos indecentes en la puerta de algún antro lleno de gente descontrolada con ganas de desfasar en todo tipo de sentidos posibles y que piensa que lo que ocurre en nochevieja no se le va a recordar en todo el nuevo año, nos cae mal o les desearíamos todo lo peor que existe en el mundo. Por lo que, si os dicen esa coletilla y no tenéis una buena relación con esa persona, desconfiad que no os quieren nada bien.

1 comentarios:

Amaia dijo...

Las navidades son como el habeas corpus de los individuos; es como una presunción de inocencia para todos aquellos que alguna vez te criticaron, te humillaron o simplemente te calumniaron e hiciste tu lo mismo con ellos. Ya sabes querida, al mal tiempo buena cara.

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