martes, 8 de diciembre de 2009

Y la cordura ¿dónde está?

El puente ha terminado, esto quiere decir que ya está a la vuelta de la esquina, la señora rutina.
El lunes, por fin, pude quedar con alguien a quien hacía demasiado tiempo que no veía.
Como siempre, y para no variar, nuestro encuentro fue de lo más productivo.

Igual es el ambiente idílico en el que vivimos en esta villa medieval, o simplemente es que somos dos mujeres demasiado nostálgicas, pero comenzamos a hablar sobre los que ya no se encontraban entre nosotros, por razones físicas o por otro tipo de razones más banales.

Cuando alguien se muere, ¿qué queda en nosotros? Me refiero, a qué sentimiento produce en nosotros. Después de tener la desgracia de haber podido comprobar esto en un terreno cercano en este último año, me he dado la cuenta de que la gente responde de maneras un tanto extravagantes tras la pérdida de algún individuo más o menos cercano a su entorno.

Me explico, si es de un entorno muchísimo más cercano, entiendo la tragedia que puede llegar a provocar la pérdida de alguien muy querido, entiendo en cierto modo la extravagancia, aunque no la comparta.
Pero ¿qué clase de tragedia puede ser esa pérdida para alguien que no se hablaba con el afectado hace años? Pues, viendo lo visto, una tragicomedia de primera.

Subir fotos a Tuenti para celebrar cumpleaños que ya no se harán realidad, comentarios absurdos de cómo se encuentra, ¿qué contestación esperan? Nada, pues aquí ando, muerto de frío?; repartir la contraseña de todas las redes sociales de las que era partícipe el difundo, y me pregunto yo, ¿para qué todo esto? ¿Para que alguno se de un susto de muerte al verle conectado?

Lo siento, pero yo no comparto todo esto. Demasiado absurdo. ¿Dónde está la cordura?
El espectáculo que se lo dejen al séptimo arte.
Entierros limpios de actores/actrices de serie B, por favor.

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