viernes, 13 de noviembre de 2009

La casualidad se puso el disfraz de una yegua preñada, que al vuelo se entregó, soltando su efecto...nos aplastó!

Como todos los días, Teodoro se dirigía a su lugar de encuentro, en Artziniega, con su compañero de trabajo Jesús. A eso de las 7 de la mañana, iba por una carretera secundaria poco transitada y de noche aún, cuando tuvo lugar un acontecimiento inesperado.
Sin previo aviso, se sobrevino algo encima de su coche. No vio lo que era, sólo lo sentía sobre si mismo.
Era una yegua encinta, que despavorida huyendo de algún peligro matinal, salió del bosque, y se encontró con que aquello no era como pensaba. Ya no era todo un monte, había un camino pavimentado. Justo en aquel momento, fortuitamente, se encontró con él. Con mi padre.
El impacto del animal con el vehículo hizo que dejara de rodar.
Por el choque, el destartalado mecanismo de mover el asiento del conductor cedió, y se quedó a 180º. Eso le salvó la vida.
Si no habría sido degollado por los cristales de la luna o aplastado por el peso del equino.
Estubo buen tiempo inmóvil, sin saber si reír o llorar o celebrar su nuevo nacimiento. Optó por la cuarta opción, salir corriendo de allí antes de que el techo cediera.
Tras 5 minutos interminables en soledad en aquel inhóspito lugar, aparecieron dos jóvenes que se dirigían a su trabajo. Le ofrecieron una cuerda para que atara a la bestia que yacía en lo alto de su coche, para que no se escapara y así, a través de los trocales encontrar al dueño. El afectado rechazó la soga aludiendo al estado decrépito del animal, ya que tenía el aparato digestivo al aire y no estaba para muchos trotes ,por lo que dudaba su huida.
Ellos, llamaron a la Ertzaintza, que se personó en el lugar de los hechos 15 tediosos minutos después. Cuando llegaron las fuerzas del orden, conectaron telefónicamente con la Diputación de Álava, desde donde mandaron un camión para llevarse el cuerpo de la yegua para su posterior traslado a las buitreras de Sierra Salbada ,y con la ambulancia para que se llevaran al accidentado al centro de salud más cercano, para hacer un parte médico para el seguro y cercionarse de que no tenía ninguna afección subcutánea a causa de la colisión.
Al animal, antes de que sirviera de alimento para los carroñeros, en el mismo lugar del accidente, le despojaron del cencerro de su cuello la Ertzaintza, ya que “no es comestible y vale su dinero”. Llevaron los enseres del animal a la comisaría para que el dueño fuera a recogerlo. No le corría mucha prisa al hombre cuando tardo 4 días en dar señales de vida.
“El coche parece una acordeón” exclamó una niña inocente, sin pensar en las consecuencias fatales que podía haber traído el accidente consigo.
Dando muestras de su gran eficacia, el seguro tardó 8 meses en pagar a ese pobre hombre que se encontraba en el lugar indebido. en el momento inadecuado, aquel 12 de enero de 1996.

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